"LOS SEGUROS BARATOS SON COMO EL VINO DE SEGUNDA CALIDAD, SIEMPRE TE HACEN DOLER LA CABEZA."

Jorge Antonio Farias - Mat SSN 69.145

seguros.nuevocuyo@gmail.com

Tels. 0381-4331225 / Tels. Cel. 0381 156314530 / Skype: gambaruzo53





¿Cómo puede salvarle la vida la sangre? “B”

Las transfusiones de sangre... ¿hay riesgos?

Lo primero que trata de hacer la persona pensadora que tiene que someterse a un procedimiento médico de importancia es determinar tanto los posibles beneficios como los riesgos implicados. ¿Qué se puede decir respecto a las transfusiones de sangre? Estas son en la actualidad uno de los instrumentos principales de la medicina. Puede que muchos médicos que se interesan genuinamente por sus pacientes no vacilen en transfundir sangre. La transfusión ha sido llamada la dádiva de la vida.

Millones de personas han donado o aceptado sangre. Para 1986-1987 Canadá tuvo 1.300.000 donantes de una población de 25.000.000. “[En] el año más reciente de que tenemos cifras, entre 12.000.000 y 14.000.000 de unidades de sangre se usaron en transfusiones tan solo en los Estados Unidos” (The New York Times, 18 de febrero de 1990).

“Siempre se han conectado con la sangre posibilidades ‘mágicas’ —señala la Dra. Louise J. Keating—. Durante los primeros 46 años del suministro de sangre, tanto los médicos como el público la consideraron más segura de lo que en realidad era” (Cleveland Clinic Journal of Medicine, mayo de 1989). ¿Qué situación existía entonces, y cuál ahora?

Hasta 30 años atrás se dio el siguiente aviso a patólogos y al personal de los bancos de sangre: “¡La sangre es dinamita! Puede hacer mucho bien o mucho mal. La mortalidad por transfusiones de sangre equivale a la ocasionada por el éter anestésico o la apendicectomía. Se dice que por cada 1.000 a 3.000 o posiblemente 5.000 transfusiones hay aproximadamente una muerte. En el área de Londres se ha informado una muerte por cada 13.000 botellas de sangre transfundidas” (New York State Journal of Medicine, 15 de enero de 1960).

¿Se han eliminado desde entonces los peligros, de modo que ahora se pueda transfundir sin riesgos la sangre? Francamente, cada año centenares de miles de personas experimentan reacciones adversas a las transfusiones de sangre, y muchas personas mueren. Lo ya dicho quizás le haga pensar en las enfermedades que la sangre transmite. Antes de examinar ese aspecto, considere ciertos riesgos menos conocidos.

LA SANGRE Y LA INMUNIDAD

A principios del siglo XX la investigación científica permitió al hombre comprender más profundamente la maravillosa complejidad de la sangre. Los científicos aprendieron que hay diferentes tipos de sangre. Para las transfusiones es crítico determinar compatibilidad sanguínea entre el donante y el paciente. Si alguien con sangre del tipo A recibe el tipo B, puede experimentar una grave reacción hemolítica. El resultado puede ser la destrucción de glóbulos rojos y la muerte rápida del paciente. Aunque el tipaje sanguíneo y la prueba cruzada son ahora procedimientos rutinarios, ocurren errores. Cada año muere gente por reacciones hemolíticas.

Los hechos muestran que la cuestión de la incompatibilidad va mucho más allá de los relativamente pocos tipos de sangre entre los cuales los hospitales buscan compatibilidad. ¿Por qué? Pues bien, en su artículo “La transfusión de sangre: usos, abusos y peligros”, el Dr. Douglas H. Posey, hijo, escribe: “Casi 30 años atrás Sampson describió la transfusión de sangre como un procedimiento relativamente peligroso [...] [Desde entonces,] por lo menos otros 400 antígenos han sido identificados y caracterizados en los glóbulos rojos. No hay duda de que ese número seguirá aumentando, porque la membrana del glóbulo rojo es extremadamente compleja” (Journal of the National Medical Association, julio de 1989).

Los científicos estudian ahora el efecto que tiene en las defensas o sistema inmunológico del cuerpo la sangre transfundida. ¿Qué pudiera significar eso para usted o para un pariente suyo que necesite cirugía?

Cuando los médicos trasplantan un corazón, un hígado u otro órgano, el sistema inmunológico del que lo recibe pudiera detectar el tejido ajeno y rechazarlo. Sin embargo, una transfusión es trasplantar un tejido. Hasta sangre que haya sido “debidamente” comparada para determinar compatibilidad puede causar supresión del sistema inmunológico. En una conferencia de patólogos se señaló que centenares de publicaciones médicas “han relacionado las transfusiones de sangre con respuestas inmunológicas” (“Se acumulan las pruebas contra las transfusiones”, Medical World News, 11 de diciembre de 1989).

Una de las tareas principales del sistema inmunológico de su cuerpo es detectar las células malignas (de cáncer) y destruirlas. Si se suprimiera la inmunidad, ¿podría llevar eso al cáncer y la muerte?

Note dos informes:

La revista en inglés Cancer (15 de febrero de 1987) dio los resultados de un estudio hecho en los Países Bajos: “En los pacientes de cáncer del colon el resultado de las transfusiones fue un significativo efecto adverso en la supervivencia a largo plazo. De este grupo, solo el 48% de los que habían recibido transfusiones alcanzó una supervivencia general acumulativa de 5 años, en contraste con el 74% que correspondió a los pacientes que no las habían recibido”. Médicos de la Universidad de California del Sur examinaron a 100 pacientes a quienes se operó de cáncer. “La proporción en que reapareció todo cáncer de la laringe fue de 14% para los que no habían recibido sangre y 65% para los que la habían recibido. Para el cáncer de la boca, la faringe y la nariz o los senos frontales, la tasa de reaparición fue de 31% sin transfusiones y 71% con transfusiones” (Annals of Otology, Rhinology & Laryngology, marzo de 1989).

¿Qué indican esos estudios con relación a las transfusiones? En su artículo “Transfusiones de sangre y cirugía por cáncer”, el Dr. John S. Spratt llegó a esta conclusión: “Puede que sea necesario que el cirujano que combate el cáncer desista de usar sangre” (The American Journal of Surgery, septiembre de 1986).

Otra tarea importante de su sistema inmunológico es defenderle de infecciones. Por eso, no es raro que ciertos estudios muestren que los pacientes que reciben sangre son más propensos a las infecciones. El Dr. P. I. Tartter efectuó un estudio sobre cirugía del colon y el recto. De los pacientes que recibieron transfusiones, el 25% desarrolló infecciones, en comparación con el 4% de los que no recibieron transfusiones. Informa él: “La asociación de las transfusiones de sangre con complicaciones infecciosas se dio antes, durante o después de cada operación [...] El riesgo de infecciones postoperatorias aumentó en relación progresiva con la cantidad de unidades de sangre administradas” (The British Journal of Surgery, agosto de 1988). Los concurrentes a una reunión de la Asociación Estadounidense de Bancos de Sangre en 1989 aprendieron esto: Mientras que el 23% de los que recibieron sangre de donantes durante cirugía de reemplazo de cadera desarrollaron infecciones, entre los que no recibieron sangre no hubo ningún caso de infección.

Sobre este efecto de las transfusiones de sangre el Dr. John A. Collins escribió: “Ciertamente sería irónico ver que un ‘tratamiento’ con tan poca prueba a su favor después empeorara uno de los principales problemas de esos pacientes” (World Journal of Surgery, febrero de 1987).

“De cada 100 transfusiones, aproximadamente 1 va acompañada de fiebre, escalofríos o urticaria. [...] De cada 6.000 transfusiones de glóbulos rojos, aproximadamente 1 produce una reacción hemolítica a la transfusión. Esta es una grave reacción inmunológica que puede ocurrir de repente o quizás tardar unos días después de la transfusión; puede producir un fallo [renal] agudo, choque, coagulación intravascular y hasta muerte.”—Conferencia de los Institutos Nacionales de Sanidad (NIH) estadounidenses, 1988.

El científico danés Niels Jerne fue copartícipe del premio Nobel de medicina en 1984. Cuando se le preguntó por qué había rechazado una transfusión de sangre, dijo: “La sangre de uno es como sus huellas digitales: no hay dos tipos de sangre exactamente iguales”.

¿LIBRE DE ENFERMEDADES, O PELIGROSA?

El que la sangre porte enfermedad preocupa a médicos concienzudos y a muchos pacientes. ¿Qué enfermedad? Francamente, no podemos pensar en una sola; son muchas, en realidad.

Después de considerar las enfermedades más conocidas, la obra de 1982 Techniques of Blood Transfusion (Técnicas de la transfusión de sangre) considera “otras enfermedades infecciosas relacionadas con las transfusiones”, tales como la sífilis, la infección por citomegalovirus y la malaria. Entonces dice: “Hay informes de que hay otras enfermedades que se transmiten por la transfusión de sangre, entre ellas infecciones por el virus herpético, mononucleosis infecciosa (el virus de Epstein-Barr), toxoplasmosis, tripanosomiasis [enfermedad del sueño africana y enfermedad de Chagas], leishmaniosis, brucelosis [fiebre de Malta], tifus, filariasis, sarampión, salmonelosis y fiebre de las garrapatas del Colorado”.

En realidad la lista de esas enfermedades sigue creciendo. Usted quizás haya visto titulares como este: “¿Enfermedad de Lyme por una transfusión? Es poco probable, pero los peritos se preocupan”. ¿Está libre de riesgos la sangre del donante que tuviera la enfermedad de Lyme? A varios funcionarios de sanidad se les preguntó si aceptarían tal sangre. “Todos respondieron que no, aunque ninguno recomendó que se descartara la sangre de los donantes.” ¿Qué debe pensar el público de la sangre conservada que peritos mismos no aceptarían? (The New York Times, 18 de julio de 1989.)

Otra causa de preocupación es que la sangre que se obtiene en un país donde abunda cierta enfermedad pudiera usarse en un lugar muy distante de allí, donde ni el público ni los médicos están al tanto del peligro. Hoy, cuando tanta gente viaja, incluso refugiados e inmigrantes, aumenta el riesgo de que en un producto de la sangre se transporte una enfermedad extraña.

Además, un especialista en enfermedades infecciosas advirtió: “Quizás haya que examinar la sangre conservada para impedir la transmisión de varios desórdenes que antes no se veían como infecciosos, entre ellos la leucemia, el linfoma y la enfermedad de Alzheimer” (Transfusion Medicine Reviews, enero de 1989).

Aunque estos riesgos asustan a cualquiera, otros han creado más extenso temor.

LA SANGRE, HÍGADOS ARRUINADOS Y...

“Es irónico, pero el SIDA portado por la sangre [...] nunca ha sido tan grande amenaza como otras enfermedades... por ejemplo, la hepatitis”, explicó el periódico Washington Post.
Sí, muchísimas personas han enfermado terriblemente y han muerto debido a la hepatitis adquirida así, que no tiene tratamiento específico. Según U.S.News & World Report (1 de mayo de 1989), cerca del 5% de los que reciben sangre en los Estados Unidos adquieren hepatitis... 175.000 al año. Cerca de la mitad de estos se convierten en portadores crónicos, y, de cada 5, por lo menos 1 desarrolla cirrosis o cáncer del hígado. Se calcula que 4.000 mueren. Imagínese los titulares que usted leería si un enorme avión de reacción se estrellara y todos los pasajeros murieran. ¡Pero 4.000 muertes equivalen a que uno de esos aviones grandes se estrelle cada mes!

Por mucho tiempo los médicos habían sabido de una hepatitis menos dañina (tipo A) que se esparce por el alimento o el agua contaminados. Entonces se dieron cuenta de que una forma más peligrosa de hepatitis se estaba esparciendo mediante la sangre, y ellos no tenían medio de examinar la sangre para detectarla. Con el tiempo, científicos brillantes aprendieron a detectar las “huellas” de este virus (tipo B). Para principios de los años setenta, en algunos países ya se examinaba la sangre para eliminar la que estuviera contaminada. ¡Parecía que la sangre conservada estaba libre de riesgos y tenía un futuro prometedor! ¿Era en verdad así?

En poco tiempo se vio claramente que miles de personas que habían recibido sangre ya examinada todavía desarrollaban la hepatitis. Muchas personas se enteraron, después de sufrir de enfermedad debilitante, de que se les había arruinado el hígado. Pero si la sangre había sido examinada, ¿qué razón había para lo que estaba sucediendo? La sangre contenía otra forma de hepatitis, que fue llamada no A y no B (NANB). Por una década esta forma plagó las transfusiones... entre el 8% y el 17% de los que recibieron transfusiones en Israel, Italia, Japón, España, Suecia y los Estados Unidos la contrajeron.

Entonces unos titulares anunciaron que “El misterioso virus de la hepatitis no A y no B ha sido aislado al fin” y “Se elimina de la sangre una fiebre”. De nuevo circuló el mensaje: ‘¡Se ha hallado el evasivo agente!’. En abril de 1989 se dijo al público que había un examen para detectar la NANB, llamada ahora hepatitis C.

Bien pudiera uno preguntarse si acaso no será prematuro el alivio que esto ha causado. De hecho, investigadores italianos han informado de otro virus de la hepatitis, uno mutante, que quizás sea responsable de la tercera parte de los casos. El boletín universitario Harvard Medical School Health Letter (noviembre de 1989) declaró: “Algunas autoridades temen que A, B, C y D no sean el alfabeto completo de los virus de la hepatitis; pudieran surgir otros”. El periódico The New York Times (13 de febrero de 1990) dijo: “Entre los peritos hay la fuerte sospecha de que otros virus pueden causar la hepatitis; de descubrírseles, se les designará hepatitis E, etcétera”.

¿Se encaran los bancos de sangre con nuevas y largas búsquedas de exámenes sanguíneos para librar de riesgos la sangre? Un director de la Cruz Roja Estadounidense trajo a colación el problema del costo, e hizo este comentario perturbador: “Es absolutamente imposible que sigamos añadiendo examen tras examen para cada agente infeccioso que pudiera esparcirse” (Medical World News, 8 de mayo de 1989).

Hasta el examen de la sangre para detectar la hepatitis B es falible; muchas personas todavía contraen esa enfermedad mediante la sangre. Además, ¿quedará satisfecha la gente con el examen que se ha anunciado para detectar la hepatitis C? The Journal of the American Medical Association (5 de enero de 1990) mostró que puede pasar un año antes de que se puedan detectar anticuerpos de esa enfermedad por el examen. Mientras tanto, los que hubieran recibido transfusiones de esa sangre pudieran enfrentarse a la posibilidad de hígados arruinados... y muerte.

LA PANDEMIA DEL SIDA

“El SIDA ha cambiado para siempre lo que los médicos y los pacientes piensan de la sangre. Y no es malo que sea así, dijeron médicos reunidos en los Institutos Nacionales de Sanidad para una conferencia sobre las transfusiones de sangre” (Washington Post, 5 de julio de 1988).

La pandemia del SIDA (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) ha hecho que la gente se dé cuenta del peligro de adquirir enfermedades infecciosas mediante la sangre. Hay millones infectados con el SIDA ahora. Se esparce sin control. Y en casi todo caso causa la muerte.

La causa del SIDA es el virus de inmunodeficiencia humana (VIH, designado en inglés HIV), que puede ser esparcido por la sangre. La plaga moderna del SIDA se descubrió en 1981. El mismísimo año siguiente peritos de sanidad reconocieron que era probable que el virus se transmitiera por productos derivados de la sangre. Ahora se admite que la industria de la sangre respondió con lentitud, aun después que por ciertos exámenes se podía identificar la sangre que llevaba los anticuerpos del VIH. Finalmente, en 1985, empezó a examinarse la sangre de donantes*, pero ni siquiera entonces se aplicó el examen a los productos sanguíneos ya conservados.

Después se le aseguró al público: ‘Ahora no hay riesgo en la sangre conservada’. Pero más tarde se reveló que hay un peligroso “período de incertidumbre” en cuanto al SIDA. Después que alguien queda infectado, pueden pasar meses antes de que produzca anticuerpos que se puedan detectar. Sin saber que lleva el virus del SIDA, esa persona pudiera donar sangre que, al examinarse, no daría indicaciones de tener el virus. Esto ha sucedido. ¡Hay quienes han desarrollado el SIDA tras de recibir transfusiones de sangre de personas en esa condición!

El cuadro se fue haciendo más sombrío aún. La revista The New England Journal of Medicine (1 de junio de 1989) informó sobre “infecciones de HIV ocultas”. Quedó establecido que la gente puede portar el virus del SIDA por años sin que ello se pueda determinar por los exámenes indirectos actuales. Algunos quisieran restar importancia a estos casos diciendo que son raros, pero estos prueban “que el riesgo de la transmisión del SIDA vía la sangre y sus componentes no puede eliminarse por completo” (Patient Care, 30 de noviembre de 1989). La conclusión perturbadora es esta: No se puede confiar en que el resultado negativo de un examen pruebe que uno esté en salud. ¿Cuántos recibirán todavía el SIDA por transfusiones de sangre?

La enfermedad de Chagas ilustra cómo la sangre porta enfermedades a gente que vive en lugares distantes. El periódico The Medical Post (16 de enero de 1990) informa que ‘en Latinoamérica, de 10.000.000 a 12.000.000 de personas han recibido esta infección crónica’. Ha sido llamada “uno de los más importantes riesgos de las transfusiones en América del Sur”. Un “insecto asesino” pica en el rostro a la víctima durmiente, chupa sangre y deposita excremento en la herida. La víctima puede llegar a ser portadora de la enfermedad de Chagas por años (mientras tanto, puede que done sangre) antes de desarrollar complicaciones cardíacas que le causen la muerte.

¿Por qué debería preocupar eso a personas que viven en continentes lejanos? En The New York Times (23 de mayo de 1989), el Dr. L. K. Altman informó de pacientes que recibieron la enfermedad de Chagas por transfusiones, uno de los cuales murió. Altman escribió: “Puede que otros casos hayan pasado sin ser descubiertos porque [los médicos de aquí] no están familiarizados con la enfermedad de Chagas, ni se dan cuenta de que pudiera esparcirse por transfusiones”. Sí, la sangre puede ser un vehículo que permita a las enfermedades llegar a muchos lugares distantes.

¿EL OTRO ZAPATO, O MÁS ZAPATOS?

Puede que gente que viva en un edificio de apartamentos oiga desde su apartamento el sonido de un zapato que da contra el suelo en el piso de arriba; pensando que alguien se retira para dormir, esperan oír el sonido del otro zapato al caer. En cuanto al problema de la sangre, ¡nadie sabe cuántos más de estos mortíferos zapatos caerán!

El virus del SIDA fue designado VIH, pero algunos peritos lo llaman ahora VIH 1. ¿Por qué? Porque hallaron otro virus del tipo SIDA (VIH 2). Este puede causar síntomas del SIDA, y se ha esparcido mucho en algunas áreas. Además, “no se detecta consecuentemente por los exámenes para el SIDA que ahora se emplean aquí —informa el periódico The New York Times (27 de junio de 1989)—. Los nuevos hallazgos [...] hacen más difícil para los bancos de sangre estar seguros de que una donación esté libre de riesgos”.

¿Y qué se puede decir de parientes distantes del virus del SIDA? Una comisión presidencial de los Estados Unidos dijo que de un virus de ese tipo “se cree que es la causa de leucemia/linfoma de linfocitos T en adultos y de una grave enfermedad neurológica”. Este virus ya está en la sangre de la población donante y puede esparcirse mediante la sangre. La gente tiene derecho a preguntarse: ‘¿Cuán eficiente es el examen de los bancos de sangre con relación a estos otros virus?’.

En realidad, solo con el tiempo se sabrá cuántos virus portados por la sangre están ocultos en la sangre conservada. “Los desconocidos pudieran ser mayor causa de preocupación que los conocidos —escribe el Dr. Harold T. Meryman—. Será difícil asociar con las transfusiones, y aun más difícil detectar, los virus transmisibles que tienen períodos de incubación de muchos años. Ciertamente el grupo VTLH es solo el primero de estos que ha salido a la luz” (Transfusion Medicine Reviews, julio de 1989). “Como si no bastara con lo lamentable de la epidemia del SIDA, [...] recientemente se han propuesto o descrito algunos riesgos de la transfusión que se han evidenciado durante los años ochenta. No exige gran imaginación predecir que existen otras graves enfermedades virales que son transmitidas por transfusiones homólogas” (Limiting Homologous Exposure: Alternative Strategies [Cómo limitar la exposición homóloga: otras estrategias], 1989).

Ya se han dejado caer tantos “zapatos” que los Centros para el Control de las Enfermedades recomiendan “precauciones universales”. Es decir, ‘los que atienden a los enfermos deben suponer que todos los pacientes pudieran infectar a otros con el VIH y otros patógenos portados por la sangre’. Con buena razón esas personas, y también el público, están reexaminando su punto de vista sobre la sangre.

El Dr. Knud Lund-Olesen escribió: “Puesto que [...] personas que pertenecen a grupos que representan un gran riesgo para otras se ofrecen como donantes porque entonces se las examina automáticamente para determinar si tienen el SIDA o no, creo que hay razón para no ser prestos en aceptar transfusiones de sangre. Los testigos de Jehová las han rechazado por muchos años. ¿Será que vieron el futuro?”—Ugeskrift for Læger, 26 de septiembre de 1988.

* Todavía no podemos suponer que se esté examinando toda la sangre. Por ejemplo, hay informes de que para comienzos de 1989 el 80% de los bancos de sangre del Brasil no estaban bajo el control del gobierno ni estaban tratando de determinar si había o no SIDA en la sangre.






Procedencia de la ilustración:AIDS virus: CDC, Atlanta, Ga.