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La Sangre, su Inmenso Valor. "B"

¿TIENE FUTURO LA MEDICINA TRANSFUSIONAL?

FUENTE:
http://www.watchtower.org/s/200608/article_02.htm

“La medicina transfusional es un campo que siempre será como una selva tropical con sendas muy trilladas, pero en la que el viajero aún debe ir con cuidado para no perderse. Una selva repleta de nuevas y desconocidas amenazas que pudieran poner en peligro a los desprevenidos.”—
Ian M. Franklin, profesor de medicina transfusional.

DESDE que en la década de 1980 la epidemia mundial de sida centró la atención pública en la sangre, se ha hecho lo imposible por eliminar sus “desconocidas amenazas”. Pero todavía hay inmensos obstáculos. En junio de 2005, la Organización Mundial de la Salud reconoció: “Las posibilidades de recibir una transfusión segura [...] varían enormemente de un país a otro”. ¿Por qué?

En gran parte del mundo no existen programas nacionales que establezcan medidas de seguridad para la recolección, los análisis y el transporte de la sangre y los hemoderivados. A veces hasta la forma de almacenar la sangre pudiera ser peligrosa: ¡incluso se utilizan refrigeradores domésticos en malas condiciones y neveritas portátiles! Sin medidas de seguridad, la sangre extraída de alguien que vive a centenares o hasta miles de kilómetros de distancia puede perjudicar al paciente.

El sueño de la sangre no contaminada

Algunos países aseguran que la sangre de sus bancos nunca ha sido más segura. Pero no hay que bajar la guardia. Una circular redactada conjuntamente por tres organizaciones estadounidenses relacionadas con la sangre decía en la primera página: “ADVERTENCIA: Debido a que la sangre completa y sus componentes son productos biológicos, conllevan cierto riesgo de transmitir agentes infecciosos, como por ejemplo, virus. [...] La esmerada selección de donantes y los análisis disponibles no eliminan el peligro”.

Muchos profesionales de la salud hacen lo posible por no exponerse al contacto con la sangre

Peter Carolan, oficial principal de la Federación Internacional de las Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, dice con conocimiento de causa: “No se pueden dar plenas garantías con relación a los abastecimientos de sangre”. Y añade: “Siempre surgirán nuevas infecciones para las que en ese momento no exista análisis alguno”.

¿Y si apareciera otro agente infeccioso que permaneciera por mucho tiempo en un estado asintomático y se transmitiera fácilmente mediante la sangre como sucede con el VIH? En abril de 2005 se celebró en Praga (República Checa) un congreso médico en el que el doctor Harvey G. Klein, de los Institutos Nacionales de la Salud, de Estados Unidos, calificó esta posibilidad de preocupante, y afirmó: “Quienes extraen componentes de la sangre no estarían más preparados para impedir una epidemia de transmisión sanguínea de lo que lo estaban durante los primeros años del sida”.

Errores y reacciones transfusionales

¿Cuáles son los mayores peligros de las transfusiones en los países desarrollados? Los errores y las reacciones inmunológicas. Tocante a un estudio canadiense efectuado en 2001, el periódico The Globe and Mail informó que en miles de casos se cometieron errores que por poco condujeron a transfusiones sanguíneas letales, errores como “extraer muestras de sangre del paciente indebido, etiquetar equivocadamente las muestras y solicitar sangre para el paciente equivocado”. En Estados Unidos, ese tipo de errores causó la muerte de por lo menos 441 personas entre 1995 y 2001.

“Piénsenlo, no una ni dos, sino tres veces antes de transfundir a los pacientes.”—
Profesor Ian M. Franklin

Las transfusiones de sangre conllevan riesgos muy parecidos a los de los trasplantes de órganos, puesto que el sistema inmunológico tiende a rechazar los tejidos extraños. En algunos casos, las transfusiones hasta pueden ocasionar inmunosupresión, es decir, reprimir la respuesta inmunitaria natural del organismo, lo que deja al paciente vulnerable a infecciones postoperatorias y a virus que habían estado inactivos. No es de extrañar que el profesor Franklin, citado al principio de este artículo, instara a los facultativos: “Piénsenlo, no una ni dos, sino tres veces antes de transfundir a los pacientes”.

Una reacción mortal

La lesión pulmonar aguda postransfusional (TRALI, por sus siglas en inglés), descrita por primera vez a principios de la década de 1990, es una reacción inmunitaria potencialmente mortal. Hoy se sabe que mata a centenares de personas todos los años. No obstante, como muchos profesionales de la salud no reconocen los síntomas, se sospecha que la cifra es mucho mayor. Aunque no se conocen con certeza las causas de tal reacción, de acuerdo con la revista New Scientist, la sangre que la provoca “parece proceder principalmente de personas que han estado expuestas a diversos grupos sanguíneos en el pasado, como [...] aquellas que han recibido múltiples transfusiones”. Una fuente señala que dicha lesión está entre las primeras causas de muertes postransfusionales en Estados Unidos y Gran Bretaña, de modo que es “un problema mucho más grave para los bancos de sangre que enfermedades tan conocidas como el sida”.

La opinión de los expertos

Basándose en estos hechos, cada vez más profesionales de la salud miran la medicina transfusional con ojos críticos. Un libro sobre la sangre titulado Dailey’s Notes on Blood reconoce lo siguiente: “Algunos médicos sostienen que la sangre alogénica [sangre de otra persona] es un fármaco peligroso, y que si se le aplicaran los mismos criterios que a otros fármacos, se prohibiría su uso”.

A finales de 2004, el profesor Bruce Spiess hizo el siguiente comentario sobre transfundir un componente principal de la sangre al realizar operaciones cardíacas: “Son pocos los artículos [médicos], si acaso alguno, que apoyan la idea de que las transfusiones de veras contribuyen a la mejoría del paciente”. Es más, especificó que “en casi todos los casos, a excepción de los traumatismos, pueden hacer más daño que bien”, pues “aumentan el riesgo de neumonía y otras infecciones, así como de infartos y apoplejías”.

A muchos les sorprende descubrir que los criterios para administrar sangre no sean tan uniformes como se esperaría. El doctor Gabriel Pedraza recordó hace poco a sus colegas de Chile que la transfusión “es una práctica no bien definida”, una que hace “difícil aplicar [...] normas universalmente aceptadas”. Con razón Brian McClelland, director del Servicio de Transfusión Sanguínea de Edimburgo y Sudeste de Escocia, ruega a los médicos que “recuerden que una transfusión es un trasplante y, por lo tanto, administrarla o no es una decisión que no se debe tomar a la ligera”. Además, les recomienda que se pregunten: “Si se tratara de mi hijo o de mí, ¿aceptaría la transfusión?”.

“Si se tratara de mi hijo o de mí, ¿aceptaría la transfusión?”—
Brian McClelland

Lo cierto es que no son pocos los profesionales de la salud que se identifican con lo que confesó a ¡Despertad! cierto hematólogo: “A los especialistas en medicina transfusional no nos gusta recibir sangre, ni darla”. Si ese es el parecer de algunos médicos capacitados, ¿cuál debería ser la postura de los pacientes?

¿Cambiará la medicina?

Si las transfusiones encierran tantos peligros, uno pudiera preguntarse por qué son de uso tan extendido, especialmente en vista de que existen alternativas. En parte se debe a que muchos médicos son reacios a cambiar sus métodos terapéuticos o no conocen los tratamientos que se están utilizando como alternativas a las transfusiones. Un artículo de la revista Transfusion dice que “los médicos toman la decisión de transfundir basándose en lo que han aprendido, su enculturación y su ‘juicio clínico’”.

También influye mucho la habilidad del cirujano. La doctora Beverley Hunt, de Londres (Inglaterra), escribe que “la pérdida de sangre en una operación varía considerablemente de un cirujano a otro, y cada vez se da más importancia a que los cirujanos aprendan los métodos adecuados para lograr la hemostasia [detención de la hemorragia] en las operaciones”. Otros afirman que el costo de las alternativas a las transfusiones es demasiado elevado, aunque hay informes que demuestran lo contrario. Por otra parte, bastantes facultativos concordarían con Michael Rose, director médico, que dice: “En esencia, todo paciente quirúrgico tratado con medicina sin sangre está recibiendo una atención médica de máxima calidad”.

Una atención médica de máxima calidad... ¿no es eso lo que usted quisiera? Entonces coincide con las personas que le entregaron esta revista. Si continúa leyéndola, verá cuál es su singular postura tocante a las transfusiones de sangre.

Alternativas a las transfusiones

Durante los últimos seis años, los Comités de Enlace con los Hospitales, de los testigos de Jehová, han distribuido a médicos de todo el mundo decenas de miles de videocintas Estrategias alternativas a las transfusiones: sencillas, seguras y eficaces en unos veinticinco idiomas.* En este video, facultativos de renombre internacional hablan de estrategias eficaces que se están utilizando para tratar a pacientes sin transfusiones de sangre. El programa está generando mucho interés. Por ejemplo, a finales de 2001, después de verlo, el Servicio Nacional de Sangre del Reino Unido envió una videocinta junto con una carta a todos los directores de bancos de sangre y hematólogos de la nación. En la carta les recomendaba que vieran el programa debido a “la opinión cada vez más generalizada de que uno de los objetivos de la buena atención clínica es evitar en lo posible la transfusión de sangre”. También reconocía: “El mensaje general [del video] es loable, y el Servicio Nacional de Sangre lo respalda totalmente”.

* Comuníquese con cualquier testigo de Jehová para ver el DVD Alternativas a las transfusiones. Serie documental, producido por los testigos de Jehová. Este DVD contiene el citado video.

La composición de la sangre

Por lo general, los donantes dan sangre completa, aunque en muchos casos solo donan plasma. Si bien en algunos países se transfunde sangre completa, lo más común es separarla en sus componentes principales antes de analizarla y utilizarla en la medicina transfusional. Veamos cuáles son los cuatro componentes principales, su función y qué porcentaje hay de cada uno en el volumen total de la sangre.

Tal como del plasma se pueden extraer diversas fracciones, los otros componentes principales también pueden procesarse para separar de ellos fracciones más pequeñas. Por ejemplo, la hemoglobina es una fracción de los glóbulos rojos.

PLASMA
AGUA 91,5%
PROTEÍNAS 7%
ALBÚMINAS
GLOBULINAS
FIBRINÓGENO
OTRAS SUSTANCIAS 1,5%
NUTRIENTES
HORMONAS
GASES RESPIRATORIOS
ELECTROLITOS
VITAMINAS
DESECHOS NITROGENADOS

EL PLASMA constituye entre el 52 y el 62% del volumen sanguíneo. Es un líquido amarillento que transporta las células sanguíneas, así como proteínas y otras sustancias que tiene en suspensión.

El 91,5% del plasma es agua. El 7% son proteínas, de las que se derivan las fracciones del plasma (como las albúminas, que constituyen el 4% del plasma; las globulinas, alrededor del 3%, y el fibrinógeno, menos del 1%). El 1,5% restante está constituido por otras sustancias como nutrientes, hormonas, gases respiratorios, electrolitos, vitaminas y desechos nitrogenados.

LOS GLÓBULOS BLANCOS (leucocitos) constituyen menos del 1% del volumen sanguíneo. Atacan y destruyen la materia extraña potencialmente dañina.

LAS PLAQUETAS (trombocitos) constituyen menos del 1% del volumen sanguíneo. Forman coágulos en las heridas que detienen la salida de la sangre.

LOS GLÓBULOS ROJOS (eritrocitos o hematíes) constituyen entre el 38 y el 48% del volumen sanguíneo. Mantienen vivos los tejidos transportándoles oxígeno y llevándose el dióxido de carbono.

Fraccionamiento
El uso de los ingredientes menores de la sangre en la medicina

Gracias a la ciencia y la técnica se pueden detectar y extraer elementos de la sangre mediante un proceso llamado fraccionamiento. Para ilustrarlo: el agua de mar (de la que el 96,5% es agua propiamente dicha) puede fraccionarse a fin de obtener sustancias como magnesio, bromo y, por supuesto, sal. Algo parecido se hace con el plasma sanguíneo, el cual representa más de la mitad del volumen total de la sangre. Al fraccionar el plasma (del que el 91,5% es agua), se obtienen proteínas como la albúmina, el fibrinógeno y diversas globulinas.

A veces, como parte de un tratamiento, se pudiera recomendar la administración de concentrados de una fracción del plasma. Un ejemplo son los crioprecipitados, insolubles y ricos en proteínas, que se obtienen congelando y descongelando el plasma. Al ser ricos en factores de coagulación, se utilizan comúnmente para detener hemorragias. Por otra parte, hay tratamientos en los que tal vez se emplee un producto que contenga una fracción de la sangre, sea en cantidades minúsculas o como ingrediente principal.
* Algunas proteínas del plasma suelen inyectarse para reforzar el sistema inmunológico después de una infección. Casi todas las fracciones que se utilizan en el campo de la medicina son proteínas del plasma.

La revista Science News indicó: “De los miles de proteínas que, según se calcula, circulan normalmente por el torrente sanguíneo, la ciencia solo ha descubierto unos cuantos centenares”. Tal vez aparezcan nuevos productos derivados de estas proteínas conforme se vaya aprendiendo más de la sangre.

* En algunos productos también se utilizan fracciones obtenidas de la sangre de animales.