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Los Retos del Medico de Hoy. "B"

Las tensiones de la profesión
“Los jóvenes padres acudieron a mí confiados en que los ayudaría con el recién nacido. Cuando lo examiné, se me cayó el alma a los pies, pues sufría una afección incurable. Imagínese cómo me sentí al decirles que su hijo nunca podría ver. Me despedí de ellos embargado por la pena. Minutos después llegó el siguiente paciente de la lista, esperando que lo atendiera con una sonrisa en los labios. A eso le llamo yo tensión.”
Un cirujano oftalmólogo de Sudamérica.

NADIE suele acudir a la consulta para escuchar los problemas del facultativo, sino para remediar sus propias necesidades. De ahí que pocas personas entiendan la sobrecarga emocional que este afronta.

Es cierto que todos vivimos bajo presión, y que el médico no es el único profesional que tiene un oficio agobiante. Pero ya que seguramente todos solicitaremos sus servicios en algún momento, vale la pena analizar las tensiones que genera esta profesión y su efecto en quienes la ejercen.

La primera página del historial de estrés pudiera escribirse muy temprano, cuando el estudiante trata de conseguir plaza en la facultad. Luego, al inicio de la preparación, suele producirse un sobresalto difícil de olvidar, el cual abre un proceso que pondrá a prueba sus sentimientos y su temple.

Traumáticas experiencias durante la formación profesional

La impactante entrada en el mundo de la disección pudiera tener lugar durante la primera semana del curso. Muchos alumnos nunca han estado frente a un difunto, por lo que la visión de cuerpos desnudos y arrugados a los que se practica diversos cortes para su estudio anatómico pudiera resultarles repulsiva en grado sumo. Así pues, no tienen más remedio que adoptar tácticas para habituarse. Por citar una de ellas, recurren al humor y les ponen nombres jocosos a los cadáveres. Aunque al profano le parezca insensible e irrespetuoso este comportamiento, con él pretenden no pensar en que el organismo que tienen ante sí fue una persona.

Luego vienen las prácticas en el hospital. La mayoría de los seres humanos no nos vemos obligados a plantearnos la brevedad de nuestra existencia sino hasta que entramos en la mediana edad. Sin embargo, cuando se encuentra en plena juventud, el aspirante a médico se ve cara a cara con las enfermedades incurables y la muerte. Uno de ellos calificó de “enormemente repulsivas” sus primeras experiencias en una clínica. Además, otro golpe que resulta difícil de asimilar, sin importar que su país sea rico o pobre, es descubrir que muchas veces se deniega un tratamiento necesario por carencia de fondos.

¿Cómo se las arreglan los médicos primerizos para sobrellevar las tensiones? A menudo, los trabajadores de la salud tienen que distanciarse emocionalmente de los enfermos despersonalizándolos. Así, en vez de referirse a ellos como individuos, tal vez digan: “Doctor, hay una pierna rota en la sección dos”. Sin duda, una descripción cómica para quien ignora el motivo por el que se usa.

El desgaste por empatía

Aunque la formación que recibe el facultativo es principalmente de carácter científico, buena parte de su labor consiste a menudo en hablar con quienes lo visitan. Sin embargo, en muchos casos no se siente preparado para lo que implica establecer una relación con el paciente. Como indicamos en la introducción, uno de los trances más difíciles es comunicar malas noticias, y hay quienes tienen que hacerlo a diario. Además, se espera que ellos escuchen cuando el afectado por una crisis recurre al necesario desahogo. Es tan extenuante tratar con gente dominada por la ansiedad y el miedo, que algunos médicos manifiestan un tipo de agotamiento denominado desgaste por empatía.

Un médico de familia de Canadá recuerda así sus primeros años: “Tenía una avalancha de pacientes: los que necesitaban que los atendiera, los angustiados que buscaban desahogarse, los que querían que hiciera algo, los manipuladores de actitud agresiva y exigente, los que venían a verme, los que exigían que fuera a verlos y los que invadían por teléfono mi hogar e incluso mi dormitorio. Pacientes, pacientes y más pacientes. Yo quería ayudarlos, pero era desquiciante” (A Doctor’s Dilemma [El dilema del médico], de John W. Holland).

¿Se reduce la presión con el paso de los años? No, pues la experiencia suele conllevar más responsabilidades. A menudo hay que tomar decisiones rápidas, a veces sin disponer de suficiente información, en las que entra en juego la vida de las personas. “Cuando era joven —explica un doctor británico—, era algo que no me preocupaba, igual que a muchos jóvenes les da igual conducir de forma temeraria. Pero con la edad, uno valora más la vida. Ahora las decisiones terapéuticas me crean más ansiedad que nunca.”

¿Cuáles son los efectos de esta tensión? Para empezar, a menos que luche por evitarlo, el galeno pudiera adoptar en su familia el mismo distanciamiento emocional que mantiene en su consulta. Por otro lado, si se destaca por la empatía al ayudar al enfermo a afrontar sus sentimientos, pudiera excederse y quedar agotado emocionalmente. He aquí el eterno dilema de su profesión.

Pacientes difíciles

Al preguntársele al médico por la tensión que genera el trato con los pacientes, probablemente mencione primero las personalidades difíciles. Y es probable que el lector mismo haya observado varias de las siguientes categorías.Encabezan la lista los que, además de no explicar qué problema les aqueja, hacen perder el tiempo al doctor con divagaciones que nunca llevan a nada. También están los exigentes, que aunque no atraviesen una emergencia, lo llaman de noche y en los fines de semana, o insisten en recibir algún tratamiento que él no ha indicado. Luego vienen los desconfiados. Por ejemplo, hay quienes buscan en Internet información útil. Aunque esta investigación puede ser beneficiosa, a veces les lleva a recelar del especialista, que tal vez no tenga tiempo de andar debatiendo los pros y los contras de cuanto encuentran en dichas investigaciones. Además, le resultará muy incómodo tratar a alguien que no está dispuesto a seguir sus recomendaciones. Por último, están los impacientes, que abandonan el tratamiento sin haberlo seguido el tiempo necesario y quizás prefieran consultar otra fuente.
En algunos países, sin embargo, la principal fuente de tensión no es el enfermo, sino el abogado.

Medicina a la defensiva

En muchas naciones ha aumentado vertiginosamente el número de demandas por negligencia, en las que no es raro que el abogado realice acusaciones sin base con el único objetivo de sacar grandes compensaciones. Según el presidente de la Asociación Médica Americana, “estos pleitos están disparando las primas de nuestros seguros de responsabilidad legal [...]. Además, causan otros daños graves. A consecuencia de litigios injustificados, los médicos pudieran sufrir grandes perjuicios, como vergüenza pública, pérdida de tiempo, [...] estrés y ansiedad”. Hasta ha habido casos de suicidio.

Como consecuencia, muchos facultativos se ven obligados a practicar la medicina “a la defensiva”, es decir, a tomar sus decisiones no pensando tanto en si serán las mejores como en si serán defendibles ante un tribunal. “Ejercer la medicina cubriéndose las espaldas es ahora lo más habitual”, señaló la revista Physician’s News Digest.Al recrudecerse las presiones, no es raro que el médico se pregunte qué le deparará el futuro. Y esta misma es la pregunta que se hace un buen número de pacientes al constatar que, pese a los avances científicos, hay enfermedades que ocasionan cada vez más sufrimientos.
FORMAS DE COLABORAR CON EL MÉDICO

Aproveche al máximo la consulta yendo preparado para darle una explicación breve y detallada que indique primero su mayor inquietud

No llame fuera de horas a menos que sea una verdadera emergencia Tenga paciencia. Tanto el diagnóstico como el tratamiento requieren tiempo
El siguiente artículo contiene un análisis realista del porvenir que interesará por igual al facultativo y al enfermo.